El Primer Fuego

Hace mucho tiempo, en los inicios de todo, no existía el fuego y el mundo era frío. Los animales tenían frío y no podían ver nada de noche, por lo que le pidieron al Creador que les enviara algo que les ayudara a entrar en calor.

El Creador habló con los Hijos del Trueno que vivían en el cielo, que aceptaron ayudar y enviaron un rayo de luz que encendió el punto más alto de un árbol sicómoro hueco de una isla. El sicómoro brillaba con una luz naranja y amarilla y lanzaba humo hacia el cielo. Ese fue el primer incendio jamás visto en esta tierra.

Al ver el humo, los animales supieron que había fuego pero no pudieron alcanzarlo porque el agua rodeaba la isla. Celebraron un consejo para decidir cuál de ellos era lo suficientemente fuerte, valiente y digno para ir en busca del fuego que les había concedido el Creador.

En aquel entonces Cuervo era grande, fuerte y lucía plumas de colores. Se ofreció a ser el primero y voló alto y lejos a través del agua hasta aterrizar en la copa del sicómoro hueco. Mientras se posaba y se preguntaba cómo traer el fuego de vuelta, una ráfaga de viento arrojó ascuas del fuego hacia arriba y hasta su cuerpo. Al ver que el calor del fuego le había chamuscado las plumas, Cuervo se asustó y voló de regreso a través del agua, sin el fuego. Es por ello que hoy las plumas de los cuervos son negras.

El siguiente animal que intentó ir en busca del fuego fue el Búho. El Búho también era grande y fuerte, así que voló sobre el agua y aterrizó en la copa del sicómoro. Pero entonces, una ráfaga de aire caliente lastimó los ojos del Búho y se asustó, quedándose sin fuego. Voló sobre el agua lo mejor que pudo, sin apenas ver. Es por ello que hoy sus ojos están siempre rojos.

El resto de pájaros se asustaron demasiado para intentarlo, así que la Serpiente Corredora se ofreció. Nadó rápido a través del agua y se lanzó a la hierba de la isla, pero había mucho fuego y humo. Una brasa caliente surgió del fuego y rodó por encima de su piel, quemando y ennegreciendo su cuerpo. La serpiente corredora se alejó del fuego y nadó de regreso sin llevárselo.

Los animales se reunieron de nuevo tratando de decidir cuál de ellos sería el siguiente en intentarlo. ¿Quién sería lo suficientemente fuerte, valiente y digno para traer el fuego? Pero claro, ahora todos los animales tenían miedo y ninguno quería ir. Entonces escucharon una vocecita que gritaba: “¡Enviadme a mí! ¡Puedo ir a buscar el fuego!”. Miraron a su alrededor ¡y vieron que la voz provenía de una pequeña Araña!

Los animales se rieron porque la pequeña Araña no parecía lo suficientemente fuerte como para traerles el fuego, pero ella parecía muy segura de sí misma, así que la dejaron ir. La araña tejió su telaraña en un cuenco diminuto y lo colocó sobre su espalda. Luego, se deslizó por el agua, trepó al sicomoro, tomó una brasa caliente del fuego y la introdujo en el cuenco que tenía sobre la espalda.

La brasa estaba caliente y el cuenco desprendía un brillo de color rojo mientras Araña se deslizaba rápidamente por el agua. Aunque la brasa empezó a quemar su espalda mientras corría de regreso junto a los demás animales, llegó sana y salva y les presentó a todos el primer fuego en la tierra. La araña se había convertido en una heroína, y en recuerdo de su hazaña todavía luce una marca roja de la brasa en su espalda.

Adaptado por Dana Stewart de múltiples fuentes, incluyendo esta, esta, y esta.